Tal y como se esperaba, luego del encuentro ante San Lorenzo Néstor Gorosito dejó la dirección técnica de River. Como era también previsible una vez más y como caracterizo a este triste ciclo el equipo se fue con la cabeza baja de la cancha y perdiendo de manera insólita cuando venian dominando en encuentro. Las lágrimas de Martín Galmarini finalizado el partido no sirven pero al menos se vislubra que quizás algunos tienen un poco de vergüenza deportiva. La actitud de Matías Almeyda desde que regresó a Núñez marcó que aún existen jugadores que les interesa River y se puede aspirar a un cambio.
Este período de Gorosito al mando estuvo plagado de errores y decisiones desacertadas. Las eliminaciones en la Sudamericana y Libertadores pegaron calaron hondo en los hinchas. La falta de un nueve de área. La ausencia de un estilo de juego. La pérdida de identidad. El técnico que tome este barco a partir de las próximas fechas deberá tener autoridad para imponerse en el vestuario y marcar su territorio. A su vez, tendrá que tomar decisiones fuertes en cuanto a los pobres rendimientos fútbolísticos de muchos de sus futuros dirigidos. Otra opción acertada podría ser contratar un profesional para que ayude psicólogicamente a este plantel que tiene el animo por el piso. A menos de tres meses de las elecciones presidenciales, culimando la era José María Aguilar el nuevo técnico tiene que aceptar trabajar con mucha presión e incertidumbre sobre su futuro. El candidato principal Leonardo Astrada tiene el concenso de los dirigentes de peso (Aguilar, Díaz, Cuiña e Israel) y se le realizaría un contrato hasta junio del año que viene. Habrá que ver que sucede en las próximas horas pero lo que es seguro es que River no está tranquilo, sufre mucho y Gorosito, a diferencia de lo que había expresado, le generó un problema más grave. La esperanza es lo único que se pierde pero cada vez se aleja mas el sueño que River vuelva a recuperar la gloria perdida, al menos por este año.
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